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Su lugar en las montañas

Lise Josefsen Hermann / 8 min de lectura / Escalada

En un mundo dominado por hombres, Juliana García está abriendo el camino para una nueva generación de mujeres montañeras.

Estoy preparando mi equipo para escalar el Cayambe, un volcán de 5.790 a un par de horas al noreste de Quito, en Ecuador. Antes de partir, le conté a una amiga nos íbamos a la montaña con un grupo de mujeres guiadas por Juliana García y Fátima Serrano. "¿Y quién les va a llevar?", me pregunta de inmediato, casi como un reflejo.

Nuestro grupo está formado por cuatro mujeres: Claudia, Valentina, Marcela y yo, además de nuestras guías, Juliana y Fátima. Al día siguiente, el viaje hacia Cayambe está lleno de risas y expectativas. En el camino nos encontramos con trabajos de mantenimiento que hacen que la carretera sea intransitable, por lo que tenemos que cambiar de una camioneta a otra varias veces para llegar al refugio. En cada transbordo, la misma pregunta una cada vez: "¿De quién es este grupo?".

"Mío", responde Juliana.

En mi experiencia con guías masculinos, esa respuesta es suficiente. Pero en cada cambio de vehículo, Juliana tiene que lidiar con más: "¿Y quién es el guía?"

"Yo, Juliana". Con más de 20 exitosos años de experiencia, Juliana ha tenido que reivindicar su derecho a guiar durante toda su carrera.

Mi primer acercamiento a Juliana García fue en marzo de 2017, poco después de que se convirtiera en la primera mujer latinoamericana certificada por la Unión Internacional de Asociaciones de Guías de Montaña (UIAGM). En nuestra entrevista para la BBC, compartimos experiencias y esa sensación de tratar de moverse en un mundo de hombres. Ya en ese momento pude percibir su autoestima, su convicción. Después de aquella entrevista con Juliana empezamos a escalar juntas y eventualmente nos hicimos amigas.

Una pequeña muestra para una gran victoria. Juliana brinda durante su graduación como guía de alta montaña UIAGM en Quito, Ecuador. Foto: Roberto Espinosa F.

Los años de la adolescencia para Juliana transcurrieron entre cumbres. A los 13 años pedaleó más de 4.500 kilómetros desde su Quito natal hasta Manaos (Brasil) y poco después se enamoró de la escalada en roca y el montañismo. El siglo XXI lo recibió desde la cima del Cotopaxi y cuando terminó sus estudios decidió inscribirse en la Asociación Ecuatoriana de Guías de Montaña (ASEGUIM). Pasó los exámenes e ingresó en la escuela de guías a los 18 años, iniciando sin darse cuenta la odisea de demostrar a colegas y clientes —y al mundo— que ser guía de montaña como mujer latinoamericana sí era posible.

"La verdad es que me apunté sin saber muy bien en qué me estaba metiendo", dice Juliana.

Una joven Juliana se despide de sus padres antes de emprender un viaje en bicicleta de Quito (Ecuador) a Manaos (Brasil). El viaje duró cinco meses y la llevó por Ecuador, Colombia, Venezuela y Brasil. Foto: Archivos de la familia García

Aunque fue admitida en la escuela sin mucha fanfarria, la dinámica social durante los cursos era difícil de navegar. "Nos íbamos tres semanas a la montaña", dice. "Normalmente yo era la única mujer. Nadie sabía cómo comportarse a mi alrededor y era súper desbalanceado. A veces había buena onda. Otras, súper mala onda".

Uno de los compañeros de Juliana en esa época fue Ramiro Garrido, hoy también guía de montaña UIAGM ecuatoriano. Él recuerda ese trato duro que recibió Juliana en los entrenamientos: “Me acuerdo de un ejercicio para frenar en la nieve en el que a ella le pusieron mucho más peso. Hicieron la prueba mucho más difícil para ella que para todos los demás. Era como si tuviera que demostrar que sí podía, que sí quería estar ahí en este gremio tan masculino”

"Full veces pensé en rendirme, full veces. Porque no era divertido", dice Juliana. Pero a pesar de todo, se quedó. "El apoyo de mi familia, mis amigos y la motivación que encontré en la montaña, me ayudaron a quedarme y perseverar". Aunque dice que es difícil expresar esa motivación con palabras, la sensación es tangible. "yo diría que simplemente es estar ahí, sentir su calma, su quietud. La montaña es algo tan inmenso, que cuando te llama, vas, no puedes hacer nada más".

Con el tiempo, las malas experiencias pasaron a formar parte del paisaje para Juliana. Eso fue hasta el 2013, cuando se inscribió en el proceso de formación para convertirse en guía certificada por la UIAGM. En ese entonces no había aún una escuela de la UIAGM en Ecuador, por lo que guías de distintas partes del continente solían ir a Bolivia para certificarse.

Pero aunque la formación fue exigente y enriquecedora, la comunicación no lo fue. "Después de tres meses en Bolivia y un proceso de feedback muy informal, nos dijeron que nos veríamos al día siguiente para la graduación. En la ceremonia vi a mis compañeros recibir sus diplomas pero a mí me dejaron sentada, no me graduaron". No hubo explicación de por qué no se le permitió graduarse. "Anda a ver las notas ahí pegadas en la pared", fue la única respuesta que recibió. Pero la hoja que colgaba allí, casi olvidada, no ofrecía más explicación que una calificación insuficiente.

Nunca le entregaron las notas finales ni retroalimentación sobre su performance, a pesar de que Juliana lo pidió varias veces durante el resto de ese año y el siguiente. "Solo se disculparon cuando escribí una queja formal a la UIAGM en 2015. Entonces dijeron que podía volver a pasar por el proceso de formación y que sería increíble tener a más mujeres con ellos", cuenta. "Pero eso fue dos años después. Y las notas, dos años después, ya no eran importantes para mí".

Lo que sí le importaba era su convicción de evitar que más mujeres pasaran por la misma experiencia. "Cuando me invitaron a volver a Bolivia ya estaba involucrada en montar la escuela de la UIAGM aquí en Ecuador, una donde pudiéramos hacer las cosas bien para todos y para todas".

Ese mismo año, Juliana se convirtió en la primera mujer presidenta de ASEGUIM. Junto con el cargo llegó la notoriedad, las entrevistas y la posibilidad de hacer que el desarrollo de la actividad fuera más inclusiva.

"Hay muchas cosas que pueden ayudarnos a mejorar las prácticas relacionadas con el género en las escuelas de montaña", dice Juliana. "Una es ser súper transparentes sobre las reglas, para que no haya confusión en lo básico: ¿cómo vas a ser evaluada? o ¿qué se espera de ti en relación con tus compañeros masculinos?".

"Pero tener más mujeres dentro de las organizaciones, creando espacios más equilibrados, es definitivamente la clave", subraya. Ocupar el espacio, estar ahí, se constituye en una forma de silencioso activismo.

Encuentra tu objetivo, marca el camino y síguelo hasta la cima. Juliana y Vanessa Chavarría evalúan la ruta antes de escalar el Pico de Orizaba, México. Foto: Sophia Schwartz

Tal vez una de las mayores contribuciones de Juliana al montañismo femenino ha sido precisamente ocupar esos espacios, ganándose no solo voz sino también voto en las más altas lides de la disciplina. Pocos meses después de nuestro primer encuentro en Quito en 2017, fue elegida miembro del directorio de la UIAGM, convirtiéndose no solo en la primera mujer en este cargo, sino también la primera persona no europea.

Aunque los aspectos positivos de su trabajo exceden a los negativos, Juliana hace hincapié en que las críticas y las controversia siguen siendo pan de cada día. Aún hay clientes que no aceptan a una guía y sigue habiendo muchos más hombres que mujeres en la industria del guiado. Pero la misión de Juliana es demostrar que en la montaña hay lugar para todos.

Actualmente, de los 53 guías ASEGUIM que también son guías UIAGM, Juliana sigue siendo la única mujer. También es la única en Latinoamérica. Y a nivel mundial, forma parte del escaso 2% de guías UIAGM que son mujeres.

¿Quién dice que éste es un mundo de hombres? Juliana y algunos compañeros guías UIAGM, la mayoría ecuatorianos, comparten la cumbre del Cotopaxi, la misma en la que comenzó su sueño. Foto: Reiner Taglinger

Pero la tendencia parece estar cambiando. Al momento de escribir estas líneas, cinco de las 26 personas que están en el proceso de formación de guías UIAGM en Ecuador son mujeres: Carla Pérez, Daniela Calapiña, Fátima Serrano, Mercedes Ponce y Paola Bravo. Juliana ha apoyado a cada una de ellas dándoles consejos, compartiendo la cuerda e invitándolas a salidas de montaña para que ganen experiencia. Es que además de guiar, si hay algo que Juliana hace muy bien, es unir a su comunidad, conectar a las personas.

"Juliana me amadriñó", dice Fátima. "Siempre fue muy generosa y me enseñaba lo que sabía. Su camino la convirtió en un referente y sin duda tuvo el poder de cambiar las cosas".

"Era mi ídola", afirma Daniela. "Nunca había visto a una mujer montañista haciendo 'cosas de hombres'. Me inspiró para seguir la misma carrera. Si Fátima y otras mujeres vinieron después de ella, ¿por qué no podría yo también estar ahí?".

Además de su rol político actual al interior de las asociaciones de guías, Juliana sigue guiando a nivel internacional y dedica buena parte de su tiempo a la educación. Dicta cursos de seguridad en avalanchas y forma parte del personal de instrucción técnica de la ASEGUIM desde 2020, donde enseña habilidades esenciales, manejo de riesgo, seguridad en avalanchas y participa del módulo alpino que tiene lugar en Perú.

Izquierda: Guiar, enseñar, empoderar, repetir. Las montañas son realmente donde Juliana se siente cómoda. En la foto, una clase de rescate en grietas en Groenlandia. Foto: Lauren Baker

Derecha: Guiando en el Pico de Orizaba, México. Foto: Sophia Schwartz

“Ser instructora y participar de la toma de decisiones dentro de la escuela en Ecuador permite crear un escenario distinto, más abierto y equitativo, dice Juliana. "Es un tremendo desafío para mí, pero siento que ayuda a seguir botando esas murallas que nos han tenido tan divididos. No es simplemente decir, 'Ya me gradué, ya lo logré'. Quiero estar ahí por las generaciones que vienen y por mí misma también".

Desde esa bienvenida al nuevo año en la cumbre del Cotopaxi, hace 22 años, Juliana se ha convertido en un símbolo para las mujeres montañistas y líderes en diferentes ámbitos, en Latinoamérica y en el mundo. Hoy se prepara para tomar el examen de esquí de la UIAGM con la Asociación Americana de Guías de Montaña (AMGA), que le permitirá guiar en todo el mundo como lo pueden hacer sus colegas UIAGM de las escuelas tradicionales de Europa y Estados Unidos. Juliana ha demostrado que es posible abrir nuevos caminos. ¿Va a fácil? Desde luego que no. Pero si quieres hacerlo, lo puedes hacer.

De vuelta en Cayambe, Juliana nos explica sobre las condiciones de la nieve y los factores de riesgo, los porcentajes de pendiente, las precipitaciones e incluso cómo ponerse correctamente los crampones. No importa si son las 6 de la tarde o la 1 de la mañana, ella siempre está lista para compartir sus conocimientos y hacer que tu experiencia en la montaña sea lo mejor que puede ser.

"Vamos juntas como un grupo", nos dice. "Si alguien se siente mal, volvemos. No pasa nada. Lo importante es disfrutar y pasarlo bien".

Subimos algo más de 5.400 metros antes de decidir dar la vuelta por el bienestar del grupo. Habíamos guerreado y disfrutado. Creo que es la vez que he ido a la montaña, donde me he sentido más tranquila a pesar de no llegar a la cumbre. La noche estaba estrellada y a la distancia las frontales de otras cordadas destellaban sobre el glaciar. La luna acompaña la escena. Al llegar abajo, contemplando el amanecer en un lugar tan especial, interiorizas de verdad esa motivación de la que hablaba Juliana. Es solo estar ahí.

Perfil de la Autora

Lise Josefsen Hermann

Lise es una periodista independiente centrada en temas sociales, medioambientales y de derechos humanos, que publica en medios de comunicación de todo el mundo. Es danesa de nacimiento, latina por convicción y apasionada de la escalada en roca.