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Una prueba de 240 kilómetros

Eric Noll / 10 min de lectura / Design, Trail Running

Un experimentado diseñador del equipo de I+D de Patagonia viaja a los Alpes suecos para poner a prueba un nuevo prototipo de mochila y una intrépida idea que replantea la forma de viajar por senderos durante varios días

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Relato de Eric Noll a Ariella Carpenter.

Todas las fotos por Eric Noll.

Al observar nuestras pequeñas mochilas para correr, la encargada del refugio Pårtestugan se preocupó. Junto a mi compañera Dani nos habíamos detenido a almorzar tras medio día y 16 kilómetros recorridos hacia las montañas suecas. Nuestro plan era llegar al próximo refugio, a 20 kilómetros más de distancia, para el anochecer. También teníamos que cruzar un lago de casi 2 kilómetros de ancho si queríamos alcanzar nuestro destino. ¿Sabíamos que se avecinaba una tormenta con fuertes vientos? Los botes atracan más temprano cuando un clima de este tipo azota la región.

El optimismo y nuestras piernas animadas nos condujeron con facilidad por el sendero, a través de un singletrack boscoso y pasando por la abierta tundra hasta llegar a los flancos de la primera gran cumbre. Echamos un vistazo hacia abajo a través de las nubes densas, apenas capaces de distinguir la brillante y pequeña mancha que parecía el lago Laitaure desde allí.

Varias horas después llegamos a la orilla, treinta minutos tarde. Había un bote a remo atado, pero leímos antes que la costumbre local era nunca dejar la zona sin barcas, por lo que tendríamos que remar hacia el otro lado, tomar un segundo bote en la otra orilla, conducir ambas barcas de vuelta, dejar una y volver a cruzar el lago. Ya habíamos corrido a lo largo de 37 empinados y lluviosos kilómetros ese día; casi 8 más remando sobre aguas turbulentas no estaba en nuestros planes. Nos dirigimos en silencio hacia el pequeño refugio de emergencia a la orilla del lago.

El lugar era lo bastante grande para descansar y colgar nuestra ropa empapada. En el interior había solo un mat de yoga, el que desplegamos sobre el suelo como sustituto de las colchonetas que debimos haber llevado. Nos acurrucamos en nuestros finos liners para saco de dormir (que empacamos solo por si acaso) mientras el viento arreciaba y el cielo se oscurecía. Contemplamos al otro lado del lago el vapor del sauna proveniente del otro refugio, en el que tendríamos que haber pasado la noche.

No era así como nuestro viaje por el Kungsleden debía comenzar. O, tal vez, era exactamente como debía ser.

El Kungsleden discurre alrededor (y también atraviesa) docenas de lagos alpinos, los que se deben cruzar en botes a remo.

El Kungsleden, también conocido como Sendero del Rey, atraviesa Suecia desde Hemavan hasta Abisko: 440 kilómetros de tundra alpina bordeada por enormes montañas, bosques de abedules, arroyos, tarns y refugios. Había venido de vacaciones, pero soy diseñador de I+D, por lo que cada viaje a la montaña es una oportunidad para hacer experimentos. Este lugar ofrecía la combinación perfecta de condiciones para poner a prueba una nueva mochila creada para misiones de trail running de varios días: un clima húmedo, muy cambiante, sobre un sendero de alto kilometraje, con grandes ascensos y senderos definitivamente transitables.

Nuestro plan era recorrer los más de 240 kilómetros que conformaban el norte de la ruta en seis días. Cubriríamos unos 40 kilómetros, con 450 a 600 metros de elevación, por día, terminando cada jornada en uno de los refugios que nos esperaba al anochecer con una litera, cocina compartida, cerveza, sauna y una pequeña tienda de comestibles. Pensé en la ironía de la situación al encontrarnos varados la primera noche. Desde el punto de vista vacacional, las cosas iban de lo peor. Pero desde el laboral, esto era justo a lo que había venido

Después de recorrer más de 32 kilómetros, un refugio cálido con espacio para secar tu equipo es todo un placer a la vista (y a las piernas). El Kungsleden cuenta con muchos de este tipo.

Cuando la gente me pregunta por mi trabajo, suelo responder que hago manualidades. Después de todo, en eso precisamente consiste el diseño de investigación y desarrollo: identificar aquello que no existe y crearlo. A veces, los deportistas piden cosas que terminan convirtiéndose en el combustible de un proyecto.

En otras ocasiones un proyecto parte de una experiencia personal. Ese “tira y afloja” entre el diseñador y el deportista es fundamental. Este último debe estar comprometido con el proceso de creación del producto. Pero también es necesario tener perspectivas propias y puntos de vista individuales para llevar la conversación a otro nivel, así como también a las personas.

Así es como nació mi viaje en la creación de mochilas para el trail running. En 2019 tuve la oportunidad de trabajar con Clare Gallagher y Luke Nelson en el High Endurance Kit (una colección de equipo técnico para el trail running en montaña) y gracias a eso desarrollé una buena relación con Luke. Seguimos en contacto durante los años subsiguientes, el me alentó a explorar más allá de mis propios límites en cuanto a este deporte. Empecé a interesarme en el running nocturno y decidí que quería construir algo para la noche, algo que me ayudara a difuminar la línea entre correr y escalar en terreno alpino. Luego comencé a experimentar; expandiendo el volumen de nuestros vests de running, buscando la manera de diseñar la silueta y los bolsillos para que cupiese más equipo sin rebotar, añadiendo puntos de sujeción para bastones de trekking y piolets. Cada vez que tenía una idea y algún prototipo inicial, recurría a Luke, quien estaba a la vanguardia en este campo. Pasaron dos años de pruebas y ajustes. En 2022 la mochila Slope Runner Exploration Pack vio la luz.

Pero como suele suceder en el área de I+D, los finales son tan solo una ilusión. Todo se trata de evolución.

Para cuando la Slope Runner Exploration Pack estaba llegando al final de su creación, junto a unos amigos hicimos un viaje para pasar cinco días corriendo en el John Muir Trail. Correríamos en modalidad “semi-asistida”, lo que significa que solo llevaríamos comida y equipo para dos días; contaríamos con el equipo de apoyo y las cajas de reabastecimiento que esconderíamos a lo largo de la ruta.

Por desgracia los incendios forestales frustraron nuestros planes, sin embargo, tuve una idea tras ese viaje. Quería regresar, pero sin ningún tipo de apoyo, llevando conmigo todo aquello necesario para completar la ruta. Volví a la fase de ideación, pero esta vez con el propósito de construir un kit completamente nuevo, lo que incluía una mochila diferente.

Eric quería que su nueva mochila para el trail running prolongado fuese sencilla, pero también que pudiese almacenar todo lo necesario para cuatro días en el sendero.

La Slope Runner Exploration Pack era genial para travesías de un día. Pero no contaba con la forma ni los detalles necesarios si quería correr por varios días sin ningún tipo de apoyo; sus características estaban más orientadas a correr y escalar, en vez del cruce entre correr y explorar de forma ligera. Me preguntaba cuál era el límite en relación a cuánto llevar sin dejar de sentirte libre en la montaña. ¿Por cuántos días se puede correr sin apoyo?

Tenía claro lo que la mochila debía poder hacer. Sabía que quería algo alrededor de 20 litros de capacidad, lo suficiente para almacenar dos o tres días de comida, además de un kit de vivac ultraligero. Era consciente de que debía contar con una abertura superior amplia, de manera que fuese sencillo meter y sacar el equipo al final de cada día. También quería que fuese una pieza sencilla, con los bolsillos y características justos y precisos. La organización interna consistiría en pequeñas bolsas de almacenamiento y en un bolsillo exterior expandible para acceso rápido, además de litros extra de guardado si fuese necesario.

Pero aún no sabía cómo iba a lucir. Dejo que ese aspecto florezca durante el camino, a través de los cambios y ajustes en el proceso de construir un prototipo, ponerlo a prueba, reconstruirlo y volverlo a intentar. No dibujo bocetos, sino que comienzo a trabajar con las características y las funciones, creo el producto para que se adapte a lo que necesito y dejo que el aspecto final emerja de manera natural con el tiempo.

Cuando comienzo el prototipo de una mochila, siempre lo hago con muselina: un tejido plano de algodón, sin características especiales, muy básico. En esta etapa lo único que se intenta definir es su silueta y ajustar el calce durante el uso. Lo ideal es que quede lo suficientemente alta en la espalda para que no obstaculice el rango de movimiento. Luego llega la hora de construir una versión hecha con materiales técnicos.

El prototipo de la mochila contaba con una cantidad mínima de bolsillos. En su lugar, Eric utilizó bolsas de Dyneema para organizar su equipo (ropa, capas de abrigo, comida extra, agua y un kit para dormir ultraligero).

Para esta mochila, fabriqué un prototipo basado en la estructura de la existente Slope Runner Exploration Pack. Solo añadí un poco más de volumen en la parte superior, luego eliminé algunas de sus características y convertí todo el cuerpo en un solo tubo. También quería crear un bolsillo exterior que pudiese expandirse y contraerse. De esta manera, se podría colocar más equipo en la parte externa de la mochila sin alterar su calce durante el recorrido. Durante los viajes de varios días la carga cambia constantemente, dado que uno va consumiendo provisiones y quitándose capas.

Luego llegó la fase de perfeccionamiento. Por supuesto, podía añadir un bolsillo hecho de malla, ¿pero podría fabricarlo con un material tejido más duradero? ¿Qué tipo de tela necesitaría? ¿Cómo adaptaría el diseño para su versión femenina? Las mochilas de mujer suelen ser más pequeñas (para adaptarse a cuerpos más pequeños), pero deben almacenar la misma cantidad de equipo. Tendría que cambiar la silueta y estructura del bolsillo exterior para mantener la capacidad de carga en un espacio más reducido. Hice muchas investigaciones rápidas, corté con láser y rasgué algunos materiales para evaluar cómo funcionaban los distintos tejidos. En total construí tres versiones completas de la mochila, además de otras cinco del bolsillo exterior.

Podría haber continuado experimentando sin parar. En el mundo del I+D no tenemos plazos de entrega, así que usaba viajes como fechas límite. En este caso fue la boda de un amigo en Suecia. Durante años Luke me había insistido en que debía visitar un sendero llamado Kungsleden, en la zona alpina de dicho país. Este contaba con un sistema de refugios bien equipados, lo que significaba que la ruta ofrecía mucho apoyo. Pero lo remoto del trayecto y el clima variable eran el campo de pruebas perfecto.

Una densa capa de niebla mantiene ocultas las majestuosas cumbres del Kungsleden, pero el mapa topográfico no miente.

El 13 de julio Dani y yo dejamos nuestro equipaje atrás, en un hotel de Estocolmo, y partimos hacia la estación de trenes con nuestras recién fabricadas mochilas a cuestas y cargadas con todo el equipo que necesitábamos para llegar a Kvikkjokk, atravesando 240 kilómetros de sendero para luego retornar a la ciudad.

Recuerdo estar nervioso al comenzar nuestro recorrido. Ninguno de los dos sabía en qué se estaba metiendo. Resulta que la emoción y la meditación que vienen con un trayecto así de largo son universales. A pesar de nuestra primera noche de vivaqueo improvisado, la moral repuntó con rapidez a medida que nos adaptábamos al ritmo del sendero. La gradual topografía hizo que las montañas fuesen impresionantemente “corribles”, pero la elevación, la lluvia fría y los cruces de lagos kilométricos entre ellas hacían que se sintieran enormes. Todo estaba empapado: el aire, el suelo y, en poco tiempo, también nuestros calcetines y el resto de nuestra ropa.

Los bosques de abedules se transformaban en tundra montañosa, por lo que constantemente debíamos ponernos y quitarnos nuestros impermeables (sacándolos de nuestras mochilas y volviéndolos a meter), adaptando nuestros sistemas, tomando notas mentales de lo que sí funcionaba y también de lo que no. Atravesábamos valles ondulados para luego ascender sobre las nubes bajas. Por debajo, el agua discurría a lo largo de la tundra como un fiordo, con sus vetas azules y grisáceas en contraste con el verde y naranja del paisaje. De verdad estábamos en el medio de la nada.

Para nuestro tercer día en el sendero, ya nos habíamos adaptado por completo. Nuestros sistemas y cuerpos se habían ajustado al kilometraje, por lo que la ruta comenzó a parecer más sencilla. Seguíamos la misma rutina cada día: despertar, comer, lavar los platos, correr, remar, correr otra vez, nadar, dormir y repetir. De repente, todo parecía fluir.

Guantes y capucha puestos. Después de unos días, Eric ya tenía su uniforme ideal para el running alpino.

Solía pensar que esa sensación solo se podía obtener tras recorridos de varias semanas. A mi parecer, la única manera de correr por varios días era haciéndolo con demasiada prisa, lo que no dejaba mucho espacio para disfrutar de la experiencia. De cierta manera construí esta mochila con la esperanza de demostrarme a mí mismo lo contrario; con la intención de deshacerme de tanto como fuese posible para alcanzar la libertad de correr sin forzarme hasta el agotamiento. En el proceso encontré un maravilloso punto medio entre moverme con rapidez y tener todo el tiempo del mundo.

Creo que los proyectos de Investigación y Desarrollo son como las fotografías. Capturo un momento en el tiempo cada vez que fabrico equipo o ropa para un viaje. Pienso que esta mochila captura ese momento en un viaje de varios días cuando la realidad se desvanece y entramos a esa zona donde solo fluyo, ya sea que se trate de running o hiking. Lo que importa es sentir la verdadera libertad en medio de un largo recorrido; sin ataduras, moviéndote con eficiencia, encontrando ritmo y fluidez.

Muchos kilómetros después y muchos otros por delante. Existe un momento hermoso que siempre llega a mitad de camino en un largo recorrido, es cuando de repente todo parece más fácil.

No existen muchos finales en el área de I+D, pues creamos conceptos en vez de productos. Todo se puede iniciar de nuevo, todo se puede mejorar. A veces, nuestras creaciones ni siquiera llegan al mundo real. En ese sentido, nuestro último día en el Kungsleden fue hermoso y satisfactorio. Avanzamos a través de los kilómetros que nos quedaban, energizados por nuestro tiempo en el sendero y ansiosos por volver a la civilización. Llegamos a Abisko en medio de las fanfarrias, banderas coloridas y canciones en la plaza del pueblo. Se sintió muy bien el haber terminado algo. Me impregné de todo a mi alrededor mientras mi mente divagaba en calma sobre el siguiente gran proyecto. Estaba listo para volver a comenzar.

Nota del editor: Esta historia se escribió en colaboración con The Forge (el laboratorio de Patagonia dedicado a la investigación y el desarrollo) para ofrecer una visión interna de nuestro proceso de innovación. No todos los proyectos realizados en dichas instalaciones llegan a formar parte de la colección de productos ofrecidos en nuestra web y tiendas. De hecho, esto pasa con muchos de ellos. ¿Llegarán al mundo real los prototipos del relato? ¡La verdad es que no lo sabemos! Solo esperamos que esta historia te impulse a emprender algunas aventuras de varios días por tu cuenta. Mientras tanto seguiremos experimentando en nuestras máquinas de coser.

Perfil del Autor

Eric Noll

Eric es un diseñador experto en I+D que trabaja para Patagonia. Cree fervientemente que el juego está a la vanguardia de la innovación. A menudo se va a correr cuando el mar está plano.